
Formalidades del asedio
La realidad de la guerra durante este período era que los castillos y las ciudades casi nunca eran capturados realmente al asalto. Los asaltos, normalmente, eran un acto de desesperación, estaban facilitados por actos de traición o se hacían amparados en el sigilo. Un asalto costaba demasiadas vidas a menos que la plaza asediada contara con muy pocas fuerzas. Era mucho más frecuente orquestar un asedio según las leyes predominantes de la guerra y del honor, y ocupar el castillo con relativamente pocas bajas. Para los defensores sería una traición rendirse sin lucha, por lo que el asedio se mantenía y se destrozaban las murallas

Excavaciones
El principal problema para ocupar un castillo o una ciudad fortificada era el superar las murallas que impedían la entrada y protegían a los defensores. Una solución a este problema el socavar una parte de la muralla, para derrumbarla. Esto sólo era posible antes de que los castillos tuvieran fosos, o antes de que el foso estuviera vacío de agua. Era imposible excavar cuando la muralla estaba construida en piedra sólida. Los excavadores primero abrían un túnel hasta la muralla y después continuaban hasta llegar a sus cimientos. El túnel se sostenía mediante apoyos de madera que gradualmente iban soportando la carga de la muralla que había sobre la tierra que estaba siendo excavada. En un momento convenido de antemano, se prendía fuego a las maderas del túnel. Al arder las maderas desaparecía gradualmente la sujeción de la estructura de la muralla y, si todo salía como había sido planeado, una parte de la muralla se venía abajo. El muro hundido creaba una entrada para un asalto directo de los soldados al castillo. Las excavaciones eran laboriosas y llevaban mucho tiempo. Los defensores que se daban cuenta de la excavación del túnel reforzaban el muro amenazado con un muro auxiliar para que el derrumbamiento no abriera totalmente las defensas. Los defensores también sabían hacer contraexcavaciones, excavando sus propios túneles debajo de las murallas, para intentar interceptar el túnel del enemigo. Cuando se encontraban los dos túneles se producían verdaderas batallas bajo tierra.
El asedio
El ejército atacante instalaba posiciones alrededor del castillo para evitar fugas o misiones de combate de los soldados asediados. Los atacantes tomaban las granjas y villas cercanas. Se creaban patrullas para informar del acercamiento de cualquier ejército de auxilio y para buscar comida. Los jefes atacantes examinaban la situación y decidían si simplemente sometían a asedio el castillo o si se preparaban activamente para atacarlo. Si simplemente iban a dejar que los habitantes del castillo pasaran hambre hasta llegar a la rendición, los atacantes se concentraban en mantener a los defensores encerrados y en evitar que cualquier fuerza de auxilio obligara a levantar el asedio. La elección de la mejor forma de atacar un castillo podría incluir cualquiera de las siguientes opciones: * Excava

El equipo del asedio
El equipo del asedio se usaba para superar las murallas y otras defensas del castillo, para que la fuerza superior del ejército atacante pudiera enfrentarse a los defensores con una desventaja mínima. La mayor parte del equipo estaba diseñado para tirar abajo las murallas o abrir una brecha. A demás de la escalera simple para subir, el equipo de asedio usado más frecuentemente durante la Edad Media incluía el lanzapiedras, la catapulta de trayectoria plana, la torre de asedio, el ariete, y el pavise. Una vez que se había abierto una brecha o que se había colocado una torre de asedio, una fuerza voluntaria de soldados encabezaba el asalto. A esta fuerza se le acabó dando el nombre de la "vana esperanza", por las bajas que se esperaba que tuvieran. Pero los componentes de esta fuerza que sobrevivían, en la victoria eran generalmente los más recompensados con ascensos, títulos y botines. El lanzapiedras era una gran catapulta potenciada por un contrapeso pesado, normalmente una gran caja de rocas. Se ponía el brazo largo de lanzar debajo, contra la masa del contrapeso y se cargaba una piedra de gran tamaño. Cuando se liberaba el brazo el fuerte peso caía, levantando el brazo de lanzamiento y disparando el proyectil de piedra de gran tamaño en una trayectoria elevada arqueada. Los proyectiles arrojados por este arma caían hacia abajo y su uso estaba sobre todo indicado para destruir la parte superior de las torres y las almenas. Era difícil dañar muros totalmente verticales con el lanzapiedras, a menos que los proyectiles cayeran justo en la parte superior del muro. Se montaba fuera del radio del alcance de los arcos y se le defendía de una posible misión de los defensores para quemar el arma. La catapulta era útil para destrozar tejados de madera y a continuación prender fuego a los escombros con proyectiles incendiarios. La catapulta de trayectoria plana era un tipo distinto de catapulta que estaba potenciado por cuerdas o tiras de piel enrolladas. Un trinquete enrollaba a las cuerdas, tensándolas. Al aflojarse, las cuerdas giraban tirando del brazo lanzador hacia delante. Cuando el brazo golpeaba una barra pesada que estuviera en estado de contención, se disparaba cualquier proyectil que estuviera en el canasto al final del brazo. La barra de contención se podía ajustar para cambiar la trayectoria del proyectil. Estas catapultas tenían una trayectoria recta, a diferencia de la de trayectoria plana, pero podían causar el mismo daño. Solían hacer falta muchos disparos para causar un daño apreciable en una muralla. Sin embargo, los proyectiles disparados y los fragmentos rotos de la muralla ayudaban a rellenar la zanja, creando una pila de escombros desde la que los atacantes podían escalar los muros. Las torres de asedio se acercaban a las murallas y a continuación arrojaban desde ella una plancha hasta la parte superior de la muralla. Los soldados de la torre podían avanzar entonces por la plancha y entablar la lucha cuerpo a cuerpo con los defensores. Dicha torre solía ser enorme. Tenía que ser protegida con pieles húmedas para evitar que la quemaran. Se movía con lentitud y dificultad, a causa de su peso. Había que empujarla o arrastrarla hacia delante con poleas que habían sido montadas previamente con estacas cerca de la base de la muralla del castillo. Había que preparar la tierra con anticipación, normalmente con una calzada de tablas planas de madera encima de tierra fuertemente comprimida, para facilitar el movimiento de la torre. Un área para la lucha, situada en la parte superior de la torre, permitía disparar a los arqueros al castillo mientras se acercaba la torre. Los soldados montaban las escaleras dentro de la torre una vez que estaban cerca. Los asaltos desde una torre de asedio nunca cogían por sorpresa a los defensores, a causa de toda la preparación previa. Los defensores cogían escaleras para fortalecer la parte amenazada de la muralla o para evitar que tiraran la plancha. Ellos intentaban luchar contra la torre según se iba acercando. Hasta el último momento del asalto, las máquinas de guerra disparaban contra su objetivo en la muralla para dificultar los preparativos de los defensores y su respuesta al asalto. Si el primer grupo de atacantes provenientes de la torre lograba pasar, una corriente continua de hombres les seguía por la plancha para finalizar la ocupación del castillo. El ariete era un gran tronco con una cabeza de hierro que estaba introducida dentro de una abertura móvil y se hacía rodar hasta una parte de la muralla o una puerta. Una vez en la muralla se balanceaba el tronco adelante y hacia atrás contra el muro. La fuerza de los golpes abría brecha en la placa de madera de la puerta o el muro de piedra, creando una abertura para el ataque. La parte de arriba del ariete estaba cubierta con pieles húmedas para evitar que ardiera. El manejo del ariete era un trabajo peligroso. Los enemigos situados arriba arrojaban rocas de gran tamaño, agua hirviendo o aceite ardiendo sobre el ariete, con la intención de destrozarlo o de matar a los hombres que lo manejaban. Incluso cuando se destruía un portal o un puente levadizo, había normalmente varios rastrillos y, además, tenían que abrirse paso por la puerta. En el asedio de Tiro, durante el invierno de 1111-1112, los defensores árabes idearon una defensa ingeniosa contra el ariete. Tiraban ganchos con los que sujetaban el ariete y lo alejaban de la muralla. Así dificultaban continuamente su utilización. Los arqueros atacantes y los ballesteros se refugiaban cuerpo a tierra detrás de grandes escudos de madera llamado pavises. Una estrecha rendija para disparar, situada en la parte superior, permitía disparar a los defensores. El rey de Inglaterra, Ricardo Corazón de León, recibió una herida mortal en el hombro por una flecha corta lanzada por una ballesta mientras miraba desde el lateral de un pavise.